Aquae Sulis fue un complejo termal romano fundado en el siglo I d. C. Sulis, diosa celta ctónica, fue la epónima de estas termas, que revelan la técnica romana para la elaboración de «fistulae» (tuberías). El plomo era vertido en láminas de 3 m de longitud que, posteriormente, se doblaban hasta obtener forma cilíndrica. Finalmente, se soldaban varias piezas.
El diámetro de las «fistulae» variaba según su función; conocemos que fluctuaba entre 1.3-57 cm. Aunque estas tuberías también podrían ser de terracota, generalmente se producían de plomo, metal cuyas propiedades no era conocidas meticulosamente en época romana.
En efecto, el plomo es nocivo para la salud. De hecho, incluso se ha propuesto que la contaminación del agua potable fue una da las causas de la caída del Imperio romano. Sin embargo, varios estudios, como el de Hugo Delile, geoarqueólogo de la Universidad de Lyon, han señalado que los niveles de plomo en el agua de esta época eran insuficientes como para resultar totalmente perniciosos para la salud. Así pues, no habrían sido lo suficientemente dañinos como para explicar la caída de toda una civilización.