El voto en Córdoba: de la desilusión peronista a la atracción libertaria

Córdoba vuelve a ser el espejo de un fenómeno político nacional. Lo que allí sucede con el voto anticipa, muchas veces, lo que después se expande al resto del país. En una entrevista con el consultor Daniel Peralta, de la Consultora Somos, se repasaron los resultados de un focus group que deja en evidencia una transformación silenciosa, pero profunda: la salida de un sector tradicionalmente peronista de las urnas y el ascenso vertiginoso de La Libertad Avanza entre los jóvenes.

El éxodo peronista

De cada diez cordobeses que deciden dejar de votar, ocho tuvieron en algún momento vínculo con el peronismo. Son hombres y mujeres que nacieron entre 1955 y 1960, crecieron en un país dominado por la polaridad entre radicales y peronistas, y votaron indistintamente a uno y otro según el contexto provincial o nacional. Hoy, sin embargo, expresan desafección, hastío y el deseo de cerrar su ciclo político en silencio, alejándose de las urnas.

“Voté al peronismo, también a los radicales… siempre pensé que alguno iba a cumplir lo que prometía, pero ya no espero nada. Esta elección será la última en la que me presento”, dijo un hombre de 68 años, casi como quien se despide de una etapa de su vida.

Otra mujer, de 66, agregó: “Antes creíamos en los partidos, eran como familias políticas. Hoy ya no hay confianza, ni ganas de seguir votando lo mismo”.

Según Peralta, ese detalle no es menor: “La generación que fue el sostén de los partidos centenarios empieza a despedirse de la participación activa. Y lo hace con un dejo de desencanto, casi como un mensaje a la política de siempre: ‘no nos convencen más’”.

La atracción libertaria

En el otro extremo etario, la novedad. De cada diez jóvenes que votarán en 2025, siete aseguran que lo harán por La Libertad Avanza.

“Yo no viví las épocas de los radicales o peronistas peleándose, eso es historia para mis viejos. Lo único que sé es que nunca tuve un laburo en blanco y que todo está cada vez más caro. Prefiero apostar por alguien que hable claro y diga lo que todos pensamos”, señaló un joven de 20 años, estudiante de oficios.

Para otra participante, de 18 años, recién incorporada al padrón: “En TikTok o en Instagram escuchás a Milei y entendés lo que quiere hacer. Los otros políticos hablan difícil y nunca cumplen”.

No se trata de un voto ideológico en el sentido clásico, sino más bien de un voto de expectativa: “si los de antes fracasaron, probemos con lo nuevo”. Es la contracara perfecta del desencanto de los mayores: si ellos se bajan, los más jóvenes se suben, aunque todavía nadie pueda asegurar por cuánto tiempo o con qué nivel de fidelidad.

Sin embargo, Peralta aclara que “no se percibe la misma efervescencia que en la campaña presidencial. Muchos jóvenes recuerdan los actos, la mística, pero ahora reconocen que no conocen a los candidatos locales. Hay entusiasmo, sí, pero también cierta distancia frente a las elecciones intermedias”.

El desafío del futuro

Para los partidos tradicionales, el dilema es evidente: ¿cómo reconectar con un electorado mayor que se siente defraudado y, al mismo tiempo, despertar interés en una juventud que ya no escucha su discurso? La UCR y el PJ se enfrentan al riesgo de volverse meros recuerdos de una época en la que la política se discutía en plazas y cafés, no en hilos de Twitter ni en videos virales.

Igualmente, Peralta señala que “la fuerza del cordobesismo, ese justicialismo que logró integrar a otras fuerzas, parece mantenerse intacto para estas elecciones. El verdadero desafío se plantea para 2027, cuando generacionalmente los jóvenes tengan un peso mayor en el padrón y los votantes mayores se reduzcan”.

Para La Libertad Avanza, en cambio, se abre una oportunidad única: transformar su capital simbólico en estructura real. Córdoba puede convertirse en un bastión si logra organización territorial y mantiene la frescura de su relato. Pero también enfrenta el riesgo de que la expectativa desmedida choque con la dificultad de gobernar, y el péndulo vuelva a moverse.

Una provincia en transición

Lo cierto es que Córdoba, una vez más, parece estar escribiendo el primer capítulo de un cambio mayor. El voto ya no se reparte como antes: mientras los viejos partidos pierden soldados en silencio, los libertarios reclutan con estridencia. Mientras antes los padres llevaban a votar a sus hijos, hoy son los hijos quienes intentan convencer a padres y abuelos.

La política cordobesa está en transición. Y esa transición anticipa algo más grande: un electorado argentino que oscila entre el cansancio y la búsqueda desesperada de alternativas. Entre el silencio de los desencantados y el grito libertario de los recién llegados se juega, quizás, la nueva identidad política de Córdoba. Y, con ella, parte del futuro político del país.

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