El reconocido locutor Favio Lorenzin visitó el programa “Alguien tiene que ceder”, donde compartió una charla íntima y profunda sobre su historia personal, sus orígenes familiares y su mirada sobre la locución y la comunicación en tiempos de streaming.
Durante la entrevista, Favio evocó la figura de su padre, un inmigrante que llegó solo al puerto de Buenos Aires con apenas 15 años, tras la guerra, llevando consigo una pequeña radio portátil. “Aprendió a hablar escuchando radio y viendo cine argentino. Era un curioso de todo, no quería ser extranjero en esta tierra”, recordó Lorenzin. Su padre, que perfeccionó su castellano al punto de perder su lengua natal, le transmitió el amor por las palabras y por la comunicación.
También evocó con ternura a su madre, una mujer de lenguaje impecable y letra perfecta. “Mi mamá me corregía hasta en las tarjetas que le regalaba. Lloraba por la emoción, pero también por la cantidad de horrores de ortografía”, dijo entre risas, recordando su exigencia y sensibilidad. “En casa se valoraba la riqueza de vocabulario, y eso te marca para toda la vida”.
A lo largo de la conversación, Lorenzin reflexionó sobre el oficio del locutor y el valor del arte de la voz. “La locución es un arte. La técnica es necesaria, pero lo que le ofrezco a la gente es un sonido diferente, una estética. El streaming democratizó la comunicación, y eso es maravilloso, pero se nota cuando alguien trabaja la voz como instrumento: te cambia todo”.
El locutor, además, adelantó detalles de su próxima propuesta artística: “Cursi”, una performance que combina poesía, vino tinto y música italiana, en homenaje a su padre y a la esencia romántica de la radio. “Es una forma de poner la locución en otro ámbito, ni radio ni tele, sino en un espacio más sensorial. Poemas por los bares, con discos viejos de Mina y Nicola Di Bari, y un toque de nostalgia. El nombre nació de una charla familiar… y quedó perfecto: Cursi”. La obra se estrenará el 9 de noviembre en el Teatro La Balsa, en Córdoba.
Con su tono entrañable y su pasión intacta, Favio Lorenzin sigue demostrando que la locución no es solo una profesión, sino un modo de sentir, de conectar y de resistir en tiempos de pantallas.
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