Vivió cada minuto como si fuera el último. Protestó, gritó, festejó y fue ovacionado por los hinchas. La pasión que Gustavo Costas demostró durante la final de la Copa Sudamericana 2024 refleja su inquebrantable amor por Racing Club, un sentimiento que ha llevado en su corazón desde su niñez. Un amor que lo ha transformado en un símbolo de la institución, no solo como hincha, sino también como futbolista y, hoy, como entrenador.
El 18 de diciembre del año pasado, cuando fue presentado como director técnico del equipo para esta temporada, Costas dejó en claro su objetivo: “Ver a Racing campeón es el sueño que tenemos y por lo que ya estamos trabajando”, había declarado. No solo aspiraba a conseguir un título local, sino que el sueño era conquistar una copa internacional, algo que el hincha de Racing anhelaba con fervor. Y a poco más de 11 meses de aquella promesa, Costas cumplió su palabra.
En la final de la Copa Sudamericana, disputada el 23 de noviembre de 2024, Racing se coronó campeón tras derrotar 3-1 a Cruzeiro, logrando el tan ansiado título internacional que Costas tanto deseaba para el club. Con un equipo dinámico y ofensivo, el técnico armó una escuadra feroz, con jugadores destacados como Adrián «Maravilla» Martínez, Maximiliano Salas, Juanfer Quintero, Gastón Martirena, y Agustín Almendra, entre otros, todos bajo la dirección de un Costas que mostró su sello inconfundible.
La historia de Costas con Racing es una de amor eterno. Desde su infancia, cuando fue mascota del equipo que dirigió Juan José Pizzuti en los años 60, hasta los momentos más duros, como el descenso de 1983 y la lucha por la quiebra en 1999, Costas vivió con intensidad cada etapa del club. En 1985, como capitán, logró el regreso a Primera, y en 1988 levantó la Supercopa, derrotando a Cruzeiro, su rival en la final de la Copa Sudamericana 2024.
“Yo todo lo que hice y hago en Racing lo hago desde el corazón”, afirmó Costas, quien se ha ganado el cariño de los hinchas no solo por su capacidad como técnico, sino por su identidad racinguista genuina. Cada vez que habla, refleja un sentimiento profundo de pertenencia a la institución. Aunque en el pasado hubo momentos difíciles, Costas siempre mantiene la esperanza y el optimismo: «El club está bien hoy, muy bien. Ganamos torneos y tenemos que seguir ganando», dice con la misma pasión que lo caracteriza.
Antes de la final con Cruzeiro, en conferencia de prensa, Costas manifestó su deseo de ser recordado más como hincha de Racing que como técnico. “Hay que ganar como sea”, exigió, pero la victoria no llegó «como sea». Racing jugó como debía: con fútbol y corazón, tal como lo había pedido su entrenador.
La intensidad con la que Racing se entregó en la final no fue casualidad. Esa energía, ese corazón, esa garra, fueron el reflejo de la marca registrada de Costas, el exdefensor central que, durante el partido, vivió, corrió, gesticuló, pidió y no paró de transmitir su pasión. Antes de iniciar el encuentro, besó las estampitas de la suerte; tras el pitazo final, corrió desaforado, lloró, abrazó a sus jugadores y celebró como un hincha más.
En los festejos, Costas no parecía un entrenador de 61 años, que ya había cruzado 61 fronteras como técnico. Parecía un jugador más, enloquecido de felicidad, disfrutando al máximo de un logro que, para él, significaba mucho más que un título: era la consagración de su amor por Racing.
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