Presentada en un museo, la obra no sólo busca narrar la historia de Claudel, sino también darle voz a una mujer que fue silenciada por su género en un tiempo y entorno determinado
Desde el primer momento, la puesta en escena es envolvente. La escenografía, cuidadosamente diseñada para evocar los espacios donde Camille creó su arte y enfrentó sus demonios personales, establece un diálogo constante entre el espectador y la figura histórica. La iluminación juega un papel crucial, iluminando no sólo a los personajes, sino también las emociones que surgen de sus interacciones.
Marxela y Caita interpretan a Camille y a la Escultura. Logran transmitir con gran profundidad los conflictos internos que enfrentó. La dualidad entre su amor por el arte y la opresión patriarcal se manifiesta de manera poderosa en sus diálogos. A través de una mezcla de poesía y dramaturgia, el texto revela las luchas creativas de Claudel y su deseo de ser reconocida como una artista en su propio derecho.
Uno de los aspectos más destacados de la obra es haber logrado dar voz a una mujer que fue ignorada durante años.
Las reflexiones sobre la locura, la pasión y el sacrificio resuenan profundamente en el público, invitándolos a cuestionar no sólo el pasado artístico, sino también las dinámicas de poder que aún persisten.
En resumen, «n392 je suis, soy Camille Claudel» es una celebración del arte y una reivindicación de las mujeres que han sido borradas de la historia. Marxela Etchichury y Caita Barberán han creado un espacio donde la voz de Camille no sólo se escucha; se siente y se vive. Esta obra es un llamado a recordar, reivindicar y celebrar a aquellas que lucharon silenciosamente por su lugar en el mundo del arte.
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