La idea de que estamos entrando en una era de neofeudalismo tecnológico dejó de ser una provocación académica para convertirse en un diagnóstico cada vez más citado en la política, la economía y la cultura. El concepto señala que las relaciones de poder propias de la Edad Media —señores feudales que controlaban tierras y vasallos sometidos a su autoridad— hoy se reeditan bajo nuevas formas: las plataformas digitales como grandes concentradoras de riqueza, datos e influencia, frente a usuarios convertidos en dependientes de servicios que no controlan.
En este esquema, las corporaciones tecnológicas ocupan el lugar de los señores feudales. No poseen castillos ni ejércitos, pero dominan la infraestructura digital global: servidores, redes sociales, sistemas de inteligencia artificial y algoritmos que deciden qué vemos, qué compramos, qué creemos y hasta cómo nos relacionamos. El usuario, por su parte, es el nuevo siervo: entrega su tiempo, su atención y sobre todo sus datos, que constituyen el verdadero tributo de este siglo.
El tecnofeudalismo se diferencia del capitalismo clásico porque el mercado ya no funciona como espacio de competencia abierta. En lugar de múltiples actores disputando clientes, tenemos conglomerados que construyen ecosistemas cerrados. Google, Meta, Amazon, Apple o Microsoft no solo venden servicios: generan entornos de dependencia. Salir de ellos implica perder visibilidad, contactos, incluso capacidad de trabajo.
El riesgo es que la desigualdad digital se convierta en la nueva desigualdad estructural. Quien accede a la infraestructura tecnológica, al conocimiento de programación y al capital para innovar, ocupa un lugar privilegiado. Quien queda fuera de esas redes, se convierte en un ciudadano de segunda categoría en el nuevo orden global. Es la brecha que divide a los “señores del algoritmo” de los millones de usuarios que producen valor sin recibirlo de manera justa.
Este debate está en el corazón de la geopolítica contemporánea. Países que dependen de plataformas extranjeras carecen de soberanía digital, igual que feudos sometidos a un rey distante. Y las discusiones sobre gobernanza de la inteligencia artificial en organismos como la ONU revelan que el control de estas herramientas ya no es solo un tema tecnológico, sino una disputa por el poder mundial.
La pregunta es si estamos a tiempo de regular y democratizar el acceso a la tecnología, o si avanzamos hacia un modelo donde la libertad personal se mida en gigabytes y la ciudadanía se convierta en mera “condición de usuario”. Si el feudalismo medieval organizó la tierra, el tecnofeudalismo organiza la información. Y en un mundo donde la información es poder, ese control puede definir el futuro de nuestras sociedades.
¡No te olvides! Mantente informado sobre todas las novedades. Únete al canal de WhatsApp de NEXUS Contenido aquí: Suscribirse.
Las necesidades, los deseos, la escasez y el costo de oportunidad.
¿Nos espían en los telos? El lado oscuro de los hoteles alojamiento en Córdoba
Desaparición del niño Lian en Córdoba: el abogado Darío Bagini habló del caso y pidió cambios legislativos
La Noche de los Museos: Córdoba se prepara para una jornada cultural imperdible
Los nuevos hombres y la era de los “princesos”
Récord histórico: las exportaciones argentinas crecieron 12,9% en el tercer trimestre
Gracias por leer esta publicación, ¡no olvides suscribirte a nuestro canal de whatsapp!








