La fractura en el peronismo, alimentada por tensiones entre sus principales actores, ha llegado a un punto de no retorno. La unidad parece cada vez más un objetivo lejano.
En un contexto de complejas disputas internas, la relación entre los tres grandes actores del peronismo —Máximo Kirchner, Sergio Massa y Axel Kicillof— se ha visto marcada por una creciente distancia y desconfianza. Aunque estos dirigentes compartieron batallas políticas y personales a lo largo de los años, el clima de ruptura que atraviesa el partido parece irreversible. Máximo Kirchner, hijo de dos presidentes, ha estado siempre vinculado al terreno político territorial, mientras que Massa, un autodidacta con fuerte presencia mediática, logró posicionarse como un líder capaz de ordenar las discusiones políticas. Por su parte, Axel Kicillof, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, logró consolidarse como el «prolijito», respaldado por Cristina Fernández de Kirchner, quien le otorgó una influencia clave dentro del espacio político.
A pesar de sus diferencias y antecedentes, los tres parecen tener en común la búsqueda de la unidad, un sueño cada vez más alejado. En septiembre se perfila la posibilidad de que haya dos listas peronistas, una alineada con Axel y la otra con Cristina, lo que profundiza la fractura. En este marco, la unidad de las partes no parece ser más que una quimera, tal como lo afirma uno de los dirigentes más cercanos al proceso.
El quiebre se hizo evidente en la reciente reunión del domingo pasado, donde los máximos exponentes de la interna peronista no lograron ponerse de acuerdo sobre la forma de avanzar. Mientras que Massa intentaba mantener la negociación en pie, Kicillof optaba por un camino más personal, dejando claro que su relación con Cristina se había vuelto aún más distante. La falta de comunicación y la falta de acuerdo sobre los pasos a seguir, junto con los constantes fracasos en los intentos por restablecer la confianza, desnudan la fractura.
Entre los principales responsables de esta crisis se encuentran figuras como Facundo Tignanelli y Carlos Bianco, quienes no han sabido manejar las tensiones y preferirían perder antes que ceder para lograr un acuerdo. La desconfianza entre los protagonistas es la causa principal de lo que se está viviendo como una ruptura irreversible dentro del peronismo.
¿Pero qué fue lo que realmente se rompió? La respuesta parece estar en la confianza, ese vínculo esencial que una vez existió entre los líderes y que hoy parece irrecuperable. Las agresiones verbales y las acusaciones mutuas no hacen más que confirmar lo que ya todos intuyen: la crisis del peronismo es profunda y, por el momento, no tiene vuelta atrás.
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