Con la creación de la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA), el gobierno de Javier Milei ha puesto fin a dos instituciones emblemáticas surgidas durante la convertibilidad: la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), establecida en 1996, y el polémico esquema de jerarquización salarial que vinculaba los ingresos de los empleados de alto nivel con la recaudación impositiva, implementado en 2001.
La AFIP nació de la fusión de la Dirección General Impositiva (DGI) y la Aduana, en medio de una crisis de corrupción en este último organismo. Carlos Menem, impulsado por su entonces ministro Domingo Cavallo, buscó dar una respuesta a las críticas sobre el déficit fiscal y la evasión tributaria al designar a Carlos Silvani, un exfuncionario del Fondo Monetario Internacional (FMI), como su primer titular. Esta decisión, lejos de estabilizar la recaudación, desató una serie de renuncias y cambios de mando que reflejaron la inestabilidad del organismo.
A finales de 2001, en un intento por garantizar la continuidad de la convertibilidad, se introdujo un sistema de incentivos salariales para los altos funcionarios de la AFIP, basado en un porcentaje de la recaudación. Aunque inicialmente se limitó a 250 beneficiarios, eventualmente se extendió a unos 5,000 empleados. Esta medida generó un aumento desproporcionado en los salarios, que, a raíz de la inflación, llevaron a algunos ingresos a alcanzar los 17 millones de pesos.
Sin embargo, este esquema llega a su fin con la transformación de la AFIP en ARCA. Según el gobierno, esta reestructuración no solo representa un cambio de nombre, sino también la eliminación de lo que consideran una obligación económica heredada. Los beneficiarios de esta medida enfrentan ahora un panorama incierto, ya que muchos podrían considerar presentar demandas judiciales, alegando derechos adquiridos.
Por su parte, el vocero presidencial, Manuel Adorni, afirmó que la reducción del 45% en el personal jerárquico de la AFIP permitirá un ahorro de aproximadamente 6,400 millones de pesos anuales, aunque la efectividad de esta medida aún está por verse.
El cierre de la AFIP y la finalización del sistema de cuentas de jerarquización simbolizan el fin de una era marcada por la convertibilidad y plantean interrogantes sobre el futuro de la recaudación impositiva en Argentina, en un contexto donde la lucha contra la evasión y la elusión fiscal sigue siendo un desafío latente.
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