Mientras se celebra la liberación cambiaria, el trabajo formal sigue en caída. La economía se normaliza, pero el mercado laboral está estancado.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!Argentina celebra la liberación del cepo cambiario como si fuera una revolución. Bien por el gobierno de Javier Milei al tomar una medida largamente anticipada por Mauricio Macri en 2015: la necesidad de sincerar la economía.
Sin embargo, no hay que confundir levantar el cepo con tener una economía sólida. Porque mientras los mercados se entusiasman y los dólares fluyen, hay una variable clave que sigue quebrada: el empleo.
El presidente habla de un “shock de confianza” para los inversores. Pero lo que Argentina necesita es un shock de actividad productiva. El empleo formal privado cayó por sexto mes consecutivo. La mitad de los nuevos puestos son por tiempo determinado, y los empleadores, antes que invertir, negocian desvinculaciones. En zonas como el AMBA, la idea de una estabilidad laboral ya ni siquiera es una aspiración para muchos jóvenes.
El trabajo a nivel global avanza a pasos acelerados: automatización, inteligencia artificial, empleos verdes, economía del conocimiento. Pero en Argentina seguimos discutiendo si hay que registrar o no al trabajador, con un modelo productivo que quedó viejo y oxidado.
En los últimos ocho años, la cantidad de asalariados formales en el sector privado no se ha movido de los seis millones. Ni el kirchnerismo, ni el macrismo, ni el libertarismo lograron romper esa barrera. El tiempo parece detenido, la política laboral, también.
Mientras tanto, el Gobierno toma deuda: no solo con organismos internacionales, sino con su propia gente. Con salarios deprimidos, empleos inestables y sin horizonte de futuro, el ajuste se siente —y se sufre— en los hombros del trabajador.
El cepo estructural de la Argentina no es cambiario: está en el mercado laboral. Y no se levanta con DNU ni con medidas de corto plazo. Se necesita una política de Estado para integrar al trabajo argentino al siglo XXI, con incentivos para producir, contratar y crecer.
Sin trabajo, no hay país. Sin empleo, no hay libertad. Y sin políticas activas, no hay futuro. Que levanten el cepo, sí. Pero que no lo hagan a costa de encerrar al que trabaja.

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